lunes, 17 de noviembre de 2014

Intensidad

Comentaba en mi anterior post que la reciprocidad y la simultaneidad son dos factores claves en mi próxima novela. Con ello, y para cualquier lector avezado, queda claro que en la misma se desarrolla entonces una historia entre al menos dos de sus personajes. Eso, evidentemente no tiene mucho mérito teniendo en cuenta que las relaciones, especialmente las humanas, son algo del pan nuestro de cada día, un tópico o tema más que recurrente en cualquier tipo y/o género de escritura. Lo que está claro también es que dicha relación, o relaciones, según cuanta gente intervenga o cuantas situaciones se produzcan o deriven, tiene que verse influenciada por la intensidad de la misma, por la intensidad que sea capaz de transmitir el escritor. Si esta no existe, o no es del suficiente nivel como para realmente marcar o ahondar en la mente del lector, de poco servirá lo que se haya escrito.

Y mi duda actual es: ¿realmente sería capaz de conseguir que esa intensidad aplicada en la historia a contar influyese de algún modo en determinado posible lector? Y en caso de hacerlo, ¿sería la respuesta de este la adecuada o esperada por aquel que, mediante sus textos, la provoca?

Por extraño que parezca yo ya tengo un caso en el que puedo responder a esas dos preguntas. La primera es un claro sí, de hecho es lo que me ha llevado a pensar sobre ello y a escribir este post, y la segunda es un claro no por dos motivos diferentes: ni pretendía conseguir una respuesta en ese caso ni, mucho menos aun, imaginé que en caso de haber alguna fuera a ser esa. En cualquier caso, y aun a pesar de las circunstancia, me siento en parte orgulloso por dentro al haber conseguido, con nada más que un texto de dos líneas, demostrar que lo que parecía inerte o muerto, en verdad solo estaba en estado latente, como esperando.