miércoles, 26 de marzo de 2014

Hau da irabazle baten historia

Así comienza la novela que estoy escribiendo ahora. A diferencia de "Algo pendiente" esta está ambientada en dos países diferentes de Europa en la época actual. ¿Fecha prevista de finalización y publicación? Por mí cuanto antes, pero esta me la tomo más en serio que cualquier otra cosa, por lo que me llevará mi tiempo no solo escribirla, sino repasarla y asegurarme de que, por fin, he conseguido definir la historia que quiero para esos dos personajes que tengo en la cabeza.

martes, 11 de marzo de 2014

Comentario a fecha de hoy

Que aunque no tenga nada que ver directamente ni con mi primera novela ni con la que estoy escribiendo ahora, noto que necesito dejarlo plasmado de algún modo, y es algo tan sencillo como el hecho de que uno de los consejos que te dan cuando empiezas a escribir es el de definir a un protagonista de tal modo que el lector pueda congeniarse e identificarse con él, que se cree una relación de empatía entre ambos para asegurar que aquel que tiene el libro en las manos llegue hasta la última página intrigado y preocupado por lo que le sucede al personaje. Pues bien, de igual modo que se crea esa relación también puede llegar a crearse la contraria. Esto es, el desear según avanzas línea tras línea que el siguiente punto y seguido sea el final para él. A mí, personalmente solo me pasó una vez, y lo gracioso es que no era más que un personaje secundario, pero es que cualquiera que haya leído "El Idiota" de Dostoyevski estará de acuerdo en que Hipólito el tuberculoso era despreciable desde su primera aparición. Una vez expuesto esto, lo que me resulta curioso no es realmente amar/odiar un personaje, sino llegar a despreciar con todo el asco acumulable posible a ciertos autores —si es que se les puede llamar así— autoproclamados periodistas, o líderes de opinión, que lo único que hacen es tergiversar u ocultar la verdad obedeciendo a la mano que les da de comer, sin ser capaces de reconocer ni 10 ni 100 años después que no solo estaban equivocados, sino que además lo sabían y por eso insistían. Personas con rasgos de psicópatas en puestos relevantes y de cierta importancia en la sociedad que vivimos, rodeadas por un halo de divinidad que les autoconvence y motiva para seguir actuando de esa manera, como si hicieran un favor al pueblo bajo y servil, incapaz de apreciar sus fabulosos trajes de emperador tejidos por ellos mismos, cuando en verdad no son más que unos miserables adláteres de aquellos a los que definió Eduardo Galeano en unas pocas líneas:

"El torturador es un funcionario. El dictador es un funcionario. Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. Eso, y nada más que eso. No son monstruos extraordinarios. No vamos a regalarles esa grandeza."

Ya está, una vez dicho esto ya puedo volver a lo que estaba haciendo antes, no sin dejar de pensar que, si alguna vez me los cruzara por la calle, no les gritaría ni les diría nada; no me interesaría malgastar ni una sola gota de saliva en ellos si no fuera para escupirles a la cara.